sábado, 26 de noviembre de 2011

Botones Negros


Botones negros, grandes, en lugar de ojos; me miraban fija e invasivamente. ¿Dónde estaba? ¿Quién era esa que antes me resultaba tan familiar y ahora no puede ocultar ante mí su grotesca naturaleza?
Detrás del espejo. Al otro lado de una diminuta puerta escondida en algún recóndito recoveco; existe un portal a otro mundo. Uno parecido a este, si, pero diferente. Solo un poco más oscuro. Lo suficiente para hacerlo significativamente: peligroso.
¿Y porque? Porque el origen de dicha oscuridad, en el fondo, yace en cada uno de nosotros. Eso la hace letal. Porque no es, vergonzosamente familiar.
Porque cuando nos miran fija e invasivamente esos fríos botones negros, en el fondo, nos estamos mirando al espejo.

F

miércoles, 16 de noviembre de 2011

Carta de Hank a Karen


En el capítulo 10 de la segunda temporada de Californication, conocemos un poco mas por fin, de como empezo la historia de amor entre Hank & Karen. Sobre el final del episodio, se puede escuchar en off la carta que él le escribe a ella, con la intencion de abrirse y pedirle que ella tmb se arriesgue a eso nuevo, misterioso, arriesgado y riduculo que llamamos: amor.

Querida Karen,
                        Si estas leyendo esto quiere decir que he encontrado el valor para mandártelo. ¡Bien por mí! No me conoces muy bien pero, si me lo permites, tengo tendencia a repetir una y otra vez lo duro que me resulta escribir. Pero esto, es lo más difícil que he tenido que escribir nunca.
No existe una manera fácil de decirlo, así que simplemente lo diré: he conocido a alguien. Fue una casualidad. Yo no lo estaba buscando. No lo planee. Fue la tormenta perfecta. Ella dijo una cosa, yo dije otra; cuando me di cuenta quería pasar el resto de mi vida en mitad de aquella conversación.
Ahora tengo la sensación en mis entrañas de que puede ser ella. Esta completamente loca. De una forma que me hace sonreír. Extremadamente neurótica. Y exige un mantenimiento exhaustivo.
Ella eres tú Karen, esa es la buena noticia. La mala es que no se como estar contigo ahora. Me acojona. Porque si no estoy contigo inmediatamente, tengo la sensación de que nos perderemos ahí fuera. Este es un mundo enorme y malo, lleno de vueltas y recovecos y basta con parpadear para que desaparezca el momento. El momento que pudo cambiarlo todo.
No se lo que haya entre nosotros y no puedo decirte porque habrías de saltar al vació por alguien como yo. Pero hueles tan bien. Como el hogar. Y haces un café excelente. Eso también es importante, ¿verdad?
Llámame.

Infielmente tuyo,

Hank Moody.

lunes, 7 de noviembre de 2011

Un cielo sin nubes


     ––Son… o eran, mejor dicho, como algodones gigantes que flotaban en el cielo ––Empezó uno de los viejos sentados en la plaza jugando al Ajedrez. Su comentario, sin embargo, no iba dirigido a los otros viejos. Ellos ya se sabían de memoria sus historias y francamente,  estaban bastante cansados de ellas. El comentario del viejo iba dirigido a una pareja de jóvenes que estaban sentados a pocos metros, en plan de una cita romántica que no terminaba de ir del todo bien. Ambos jóvenes conversaban, frente a frente, sentados en uno de los nuevos bancos con diseño retro, pintado como si fuera de cemento. Desde hacia años que los bancos de cemento habían sido removido de todas las plazas. Reemplazados por nuevos bancos metálicos. Luego, con la llegada del nuevo gobierno del 37, se promovió el plan de recuperar aspectos más clásicos en las plazas. Se instalaron los pastos artificiales en casi todas las plazas, se acondicionaron los bancos; incluso se importo arena para algunas plazas.
     –– ¿Perdón? ––Preguntó finalmente Gonzalo, desconcertado por el comentario del viejo.
     ––Las nubes ––Acoto el viejo ––. Eso que están buscando en el cielo, y no sabes bien que es, pero estas seguro que le falta. Son nubes.
     –– ¡Algodones gigantes! ––Comento otro viejo en tono de burla, cortando el momento tenso, y el resto del clan se echo a reír con ganas, como quien no se cansa de escuchar un viejo chiste.

Tanto Gonzalo como la chica, Maria, estaban desconcertados. Nunca había escuchado aquella palabra. Nubes. Mucho menos, claro, de algodones gigantes flotando en el cielo. Pero el viejo, tenía más teorías al respecto.
      ––La lluvia ––Continuó ––no era para limpiar las calles, como ahora. Era un proceso natural. El agua se producía por la acumulación de humedad del aire e iba llenado las nubes, hasta que finalmente empezaban a llorar. Entonces caiga agua por todos lados.
Gonzalo no acoto ni comento nada. Maria volvió a mirar el cielo, intentando imaginar como ser vería un copo gigante de algodón allí arriba, flotando por su cuenta. ¿Quién lo habría colgado allí en primer lugar? ¿Por qué? ¿Cómo era capaz de ponerse triste y llorar un pedazo gigante de algodón? ¿Cómo controlar cuando era el momento de limpiar la ciudad si dependíamos de los estados emocionales de un pedazo de algodón volador?
Por su parte, el grupo de viejos que acompañaba al extraño interlocutor, también parecía tener sus dudas sobre el relato. Pero, a diferencia de los chicos, se limitaban a tomarlo en gracia y se reían descaradamente en su cara con cada comentario.
      ––Claro que yo mismo nunca vi a una nube llorar…––confesó el viejo, con un dejo de vergüenza en su voz ––pero esto me lo contaba siempre mi abuelo.
–– ¿Desde entonces, han sido felices siempre? ––Pregunto burlonamente el otro
viejo, antes de comenzar a reír con una risa mancarrona que evidenciaba años de cigarrillos y hasta tal vez una operación de corazón.
      –– ¿Y que paso entonces con las… nubes? ––Pregunto Maria, interesada, cortando así la cadena de burlas que le propinaban al pobre viejo.
      ––Fue una de esas cosas que los gobiernos nunca dicen, realmente. Por lo que me contó mi abuelo, en su momento, tampoco fue culpa nuestra realmente. Un guerra comercial empezó entre EEUU y los Alemanes y Franceses, Allá por el año 2014. Los rusos y los Japoneses se metieron donde nadie los llamo y un buen día, sin aviso y sin mas; se despacharon un ráfaga de misiles nucleares.
      ––si, por supuesto, leí sobre esto en la escuela. ––Interrumpió Gonzalo. ––Las bases nucleares de la mayoría de los países quedaron inutilizadas. La humanidad fue reducida a un 23 % del total, pero…
      ––Pero no termina ahí la historia. Veras, los bombardeos fueron terribles, si. Y muchísima gente quedo atrapada en el fuego cruzado. Pero eso no fue todo. Eso es lo que el gobierno quiso hacernos creer. Lo que todos los gobiernos, no han hecho creer, ¡al igual que este!
      ––Otra vez con las teorías de conspiración… ––Volvió a interrumpir su oponente de ajedrez, esta vez con un tono, evidente, de cansancio.
      –– ¡Solo porque vos quieras vivir con los ojos cerrados, no significa que todos tengamos que hacer lo mismo! ––Lo reto el viejo. Hubo un breve silencio en la plaza. Como si el mundo se hubiera detenido un instante a considerar lo que el viejo estaba proponiendo. Entonces, los demás volvieron a reírse burlonamente del viejo y el planeta se dispuso a seguir girando como si nada.
El viejo, chistó para sus adentros. Tragándose su impulso instintivo de continuar discutiendo. Como si fuera un disputa antiquísima que nunca termina, en la que nunca parecía poder ganar.
      ––En fin… ––dijo, disponiéndose a continuar con su relato ––La mayoría de las toxinas fueron a parar al cielo y este se achicharro completamente. El celeste característico fue reemplazado por una tonalidad amarilla, con una densa niebla que parecía cubrirlo todo.
Gonzalo hizo un ademán de interrumpir al viejo, pero la expresión de Maria lo hizo contenerse. Estaba completamente concentrada en la historia del viejo y temía enfadarla si volvía a interrumpirlo. Jamás había escuchado sobre el un cielo amarillento y grisáceo en la escuela. Opto, sin embargo, por no decir nada y esperar que su relato se encamine solo.
      ––Pero el problema es que, aquella niebla gris y sucia no era niebla. Ni siquiera sabíamos exactamente que era. Solo que provenía de los residuos químicos de las bombas que fueron detonadas en el cielo. La niebla, llamémosla así, como era de esperar era toxica. Letal para cualquier ser vivo del planeta. Así pasamos de quedar solo el 48% de la población al 12%. Ese escaso puñado de refugiados sin techo ni futuro, era lo único que quedaba de la soberbia especie que una vez domino el planeta. Planeta que acabamos de hacer mierda nosotros mismos. ¿Quién sino?
     ––Cuando empezó el año 2095, yo ya tenía unos 15 años, todos los gobiernos en simultáneo, comenzaron un plan de repatriación de los habitantes. Fuimos llevados a diferentes bases, ubicadas en puntos estrategias del planeta. Y allí comenzamos el proceso de desintoxicación química, del que habrás leído en la escuela.
Maria asintió en silencio, mientras Gonzalo pensaba aliviado, que la historia del viejo, por fin se alineaba con la realidad. Un poco desvariada, nada más pensó. Como una versión libre de algunos espacios históricos de los que no queda mucha gente para poder discutirle. No tiene nada de malo.
     ––Pero el proceso, nunca termino. La gran salida al planeta, curado, del 112; nunca ocurrió. Fuimos llevados a estaciones subterráneas construidas por los japoneses. Diseñadas para parecerse a la superficie pero, totalmente artificiales. Prácticamente perfectas. De no ser por un detalle: no hay nubes.
Zas! Pensó Gonzalo. Venia tan bien, y de repente, sale con la clásica historia de conspiración de las todas las películas.
Los demás viejos volvieron a estallar en risas. Era el final que conocían del cuento, el remate más gracioso de toda la historia. En parte por su cliché sobre las conspiración, en parte por lo apresurado del mismo… y un poco también, por la emoción con la que el pobre viejo lo contaba.  El anciano, finalmente se callo definitivamente. Si no había logrado convencer a los jóvenes para esta altura, no había caso. Una sombra de tristeza, mezclada con la resignación de quien ha naufragada en una isla desierta y comienza a comprender que nunca lo rescataran; invadió la cara del viejo.
Por primera vez desde que comenzó su relato, el viejo le quito los ojos de encima a Maria y los volvió a su abandonado juego de ajedrez. Lo que encontró allí, no le hizo ninguna gracia. Aprovechando su descuido, su oponente había jugado por él y su situación era crítica.
Gonzalo nota a Maria reflexiva y algo conflictuada con la historia del viejo y le propuso caminar con la excusa de estirar las piernas y objetivo real de sacarla del transe. Cuando habían hecho menos de diez pasos una duda invadió Maria, quien se volvió hacia el viejo y le pregunto:
       –– ¿Si las estas nubles
       ––Nubes ––lo corrigió el viejo sin volverse a mirarlo.
       ––Nubes…––repitió la chica. ––Si estas nubes, entonces, son el único defecto que hace imperfecta a esta ilusión o falsa realidad; ¿entonces porque no ponen unas nubes falsas?
El viejo interrumpió el movimiento que estaba por hacer. La inquietud de la muchacha era validad, por supuesto. Pero era más que eso. Era el hecho de que tuviera la inquietud lo que ilusiono al cansado anciano. Su pregunta evidenciaba una duda. Algo de todo lo que le había contado, había llegado hasta ella.
       ––Porque esta ilusión no tiene un microclima natural. No hay viento, sino maquinas que generan aire. No hay lluvia. Solo dispensores de agua en lo alto. Muy alto. Como para que no podamos verlos. Este cielo. Celeste, Naranja, Rojizo o Negro, depende la hora; es solo una proyección plana. Y las nubes no son planas. Estaban vivas. Entre nosotros y el cielo. Y eso no hay forma de reproducirlo. 

Maria no contesto. Gonzalo se limito a soltar un suspiro que, en el mejor de los casos, le otorgaba al viejo un 6 por su esfuerzo. Pero no más. Ambos se dieron media vuelta y se echaron a andar, sin rumbo definido. El viejo, desalentado, se volvió a concentrarse en su juego de Ajedrez, completamente condenado. Gonzalo cruza la enorme plaza, pensando en que nunca había escuchado algo tan ridículo en su vida. Le concedió al viejo, si, que si las nubes efectivamente eran como las describía, seria difícil reproducirlas. Maria se volvió al cielo celeste y amplio una vez más y le pregunto a Gonzalo si no lo inquietaba lo que les había dicho el viejo.
       ––Sinceramente no me lo acabo de creer ––le contesto el chico.
       ––Bueno a mi me asusta un poco, sinceramente. ––Dijo ella. ––Si fuera así… Lo que significaría… Quiero decir, si las nubes eran existieron, y eran como las describía el anciano ese; entonces…
Maria callo. No podía articular con palabras la sensación de vacío y desolación que estaba experimentando. Era como si de repente alguien le hubiera abierto los ojos, solo para hacerla mirar hacia una luz cegadora impiadosa.
       ––No te preocupes. ––Dijo Gonzalo. ––Si te hace sentir mejor… yo te voy a conseguir una nube.
       –– ¿Ah si? ––Pregunto divertida ella.
       ––Si.
       –– ¿y de donde vas a sacar una nube?
       ––Bueno… ya me las voy a arreglar, por eso no te preocupes. Si te hace sentir mejor, te consigo una nube. Lo unico que, si, no se donde vas a ponerla…
       ––Por ahí me parece que estaría bien ––Dijo ella, señalando un punto celeste en el medio del cielo inmenso de esa tarde de verano.
Gonzalo asintió, concediéndole que era un buen lugar. Se miraron y por fin se besaron. Luego de unos momentos, abrazados dulcemente, siguieron camino satisfechos y convencidos de que ahora todo estaría mejor. Arriba, sobre sus cabezas, el cielo tintineo como un televisor que reajusta su señal de cable durante unos segundos y luego se normalizó.

miércoles, 2 de noviembre de 2011

Bajando

1.

El ruido electrónico de la alarma me despierta. La habitación esta completamente oscura. Iluminada únicamente por el reflejo rojo de los números que se prenden y se apagan en el reloj despertador. 02:20.
Me levanto y cumplo el ritual diario en silencio. Mi esposa duerme placidamente en la cama. No se ha percatado de que me he levantado. Últimamente pareciera que ninguno de los se percata de la presencia o ausencia del otro. Tenemos horarios opuestos y prácticamente no nos vemos. Lo más que hacemos es coincidir en la cama, pero siempre en horarios opuestos. Cuando ella se levanta yo duermo profundamente. Con la misma incapacidad física de persuadirme de su presencia, con la que ella me ignora en sueños ahora mismo. No soy un experto en temas de relaciones, pero me doy cuenta de que esto no es bueno para la pareja. Siento el vació que se ha formado entre los dos. Lo siento más mucho real que el agua con la que me lavo la cara todas las noches. Ella también esta preocupada por nosotros. No me lo ha dicho, claro. ¿En que momento podría? Pero lo se. Soy su marido y lo se. Varias noches, cuando me levanto, encuentro múltiples cadáveres de pañuelos de papel en el piso, de su lado de la cama. Esta triste y no sabe como decírmelo. No puede. Ya casi no nos vemos nunca.
Cuando los números del reloj marcan las 02:45, estoy listo para salir. Nunca tarde demasiado para prepararme antes de ir a trabajar. Es lo mas cerca que jamás estaré de un soldado. Levantarme, vestirme y arreglarme con prisa. Me tomo un momento más, antes de salir para verla dormir, placida pero tristemente. Me digo a mi mismo “Mañana la voy a esperar despierto. Tenemos que hablar. La extraño tanto…”. Suspiro profundamente y me marcho.


03:30 llego a mi trabajo. El guardia de seguridad del edificio ni siquiera me mira entrar. Me gusta saludarlo solo para confirmar que hoy no piensa hacer excepción alguna y contestarme. En una oportunidad, recuerdo, me contesto con un leve gruñido. Una mezcla de ronquido y molestia. Fue lo mas cerca que hemos estado jamás de tener una conversación. Ni siquiera en aquella oportunidad me dedico una mirada. Estoy seguro que si alguna vez le preguntara por mi, no sabría cual es mi cara. No es que sea algo que me quite el sueño particularmente. No pretendo que seamos amigos ni mucho menos, pero seria agradable tener una conversación con alguien. Más no sea, una de tres palabras.
-Buenas noches.
No hay respuesta. Hoy no será la excepción.

El edificio donde trabajo es muy moderno y elegante. Tiene 20 pisos, todas con oficinas. Yo trabajo en el piso sexto. Pero mi empresa también posee el piso 13 del edificio. Una vez sola estuve allí. Cuando me contrataron. Pero luego siempre voy al piso 6. Ida y vuelta. Por lo que se, arriba es donde se realizan los trabajos administrativos de liquidaciones de sueldo y otras burocracias. Nunca me he cruzado con nadie que me lo confirme, pero aparentemente es donde están los jefes.

-Esperemos que no tengas que volver a este piso –Me dijo el señor Camacho, cuando me contrato. Era un viejo que no debía tener menos de 120 años. No oía demasiado bien y tenia unos lentes que daban la impresión de que tampoco podía distinguir con claridad si hablaba contigo o con una pared, si no le respondías.
-¿Por que lo dice? –Quise saber.
­­-Esta es una empresa que se maneja en base a la confianza de que sus empleados hagan su trabajo. Si lo hacen. No hay necesidad de molestarlos. Cada cual sabe lo que tiene que hacer.
­
La verdad sea dicha, no me terminaba de hacer una idea de a lo que el viejo se refería. Entonces me dijo una frase que nunca olvide:
­-Sabrás que haces bien tu trabajo cuando sientas que se olvidaron de ti.
­
No estaba de acuerdo con el concepto negativo y pesimista del viejo, desde luego, pero no me pareció correcto, tampoco, discutirle. Al fin y al cabo, acababa de darme trabajo. Hacia meses que estaba buscando algo para poder llevar plata a casa. Algo que no me demandara demasiado desgaste mental. De manera que pudiera usar toda esa energía y creatividad en terminar mi primera novela. Tal era mi convencimiento y conformismo, que no me importo demasiado cuando el viejo me dijo que trabajaría durante la noche. Haciendo la guardia telefónica.
Recuerdo que con Abril, mi mujer, tuvimos una discusión a raíz de ello.

-¿Y cuando se supone que te vea? –me reprocho con razón.
-Es temporal cielo –respondí yo. –en unos mese, dos como mucho, cuando termine el primer tercio de la novela y me den el adelanto; renuncio y listo.
-¿y si tardas mas, mientras tanto, vas a poder mantener este ritmo? ¿A contra mano del mundo, al revés de mí, y los chicos?
-Es un trabajo sencillo. Prácticamente no hay llamadas que atender. El señor Camacho me dijo, incluso, que es una buena señal si empiezo a sentir que se olvidaron de mí.
-A mi me suena muy triste eso. –Dijo y siguió lavando los platos. Enojada conmigo.

Tristemente, es una de las últimas conversaciones que tuvimos, según recuerdo. El mes que necesitaba para avanzar en mi novela se convirtió en dos. Luego en tres. Y luego en cuatro. Entonces decidí que lo más sano seria dejar de contarlos.

Llamo al ascensor y espero. Piso 13. Bajando. Durante las noches, debido al poco transito de personas en el edificio, desactivan dos de los ascensores (de hecho, jamás me he cruzado con nadie por esas horas). Habitualmente, como hoy, dejan funcionando el del medio. Una particularidad que siempre me llamo la atención de este ascensor, es que por el mismo ducto suben y bajan dos ascensores distintos. Diariamente, al menos una vez al día, se abre las puertas y el ascensor que se encuentra frente a mis ojos no es el que debería. Este otro ascensor, tiene, en lugar de sus relucientes paredes metálicas, tres grandes tablones de madera bastante sucios que van hasta el techo mismo. El piso, en lugar de tener loza, tiene el aspecto de haber tenido una vieja alfombra levantada a los tirones sin mucho cuidado. Las luces del ascensor, incluso, titilan constantemente. De hecho, dos de los cinco focos de luces, directamente no funcionan. Habitualmente, nunca viaja nadie en el ascensor de servicio. La primera que lo vez dude en tomarlo o no. Pero finalmente desistí y desde entonces, se me ha presentado con frecuencia. En todos los casos, sin embargo, volví a decidir esperar el próximo.


2.

Un llamado me arranca de la monotonía que me envolvía casi en un transe hipnótico.
Del otro lado se escucha una voz, entre cortada. No puedo entenderla por más que hago el esfuerzo. Finalmente ser corta la comunicación. Cuando veo la hora me doy cuenta de que es hora de marcharme. Otro día de trabajo cumplido. No recuerdo haber atendido ninguna asistencia siquiera. Los días se me escurren entre los dedos de la mano como la arena de un viejo reloj. Junto mis cosas. Y me dirijo al lobby del piso 6. Llamo al ascensor. Piso 13. Bajando. Como siempre. Se abren las puertas y allí esta. Mi viejo amigo, el ascensor de servicio. Con sus luces defectuosas, prendiéndose y apagándose. Espero a que las puertas se cierren, para volver a llamarlo y tengo la sensación de que se niega a marcharse sin mí. Al cabo de unos instantes, que parecieron eternos, el ascensor de servicio finalmente parece entender mi indirecta silenciosa. Cierra sus puertas y se marcha.
Exactamente una hora mas tarde, estoy en mi casa. Cuando llego, la casa estaba vacía. Ni Abril, ni los chicos están allí. Están si, los restos de su presencia. Platos sucios, ropa tirada. Las camas deshechas. Una imagen que lejos de molestarme, me llena por dentro. Como cada mañana, con toda la dedicación y paciencia del mundo, me dedico a poner la casa en orden. Un hábito que me quedo luego de meses de estar sin trabajar. Abril jamás me había reclamado nada, pero yo sentía que era lo menos que podía hacer para compensar el ser un lastre para ella.
Dos horas después, todo esta en orden y todo sigue igual. Me siento frente a la computadora y, como todos los días, intento escribir. Avanzar con la novela. El problema no es escribir. El problema era la cohesión entre lo escrito un día y lo que escribo al día siguiente. Estoy atrapado en un círculo infernal de las primeras 15, 20 páginas. Escribo. Las releo y las odio. Entonces las tiro y vuelvo a empezar de nuevo. 15, 20 páginas más. Un nuevo comienzo. El mismo final.

Luego de varias horas del inútil e impiadoso ejercicio infernal, me vencía el sueño. Para entonces, solo faltaban unas horas para que volvieran Abril y los chicos. ¡Dios, pareciera que no los veo desde hace tanto! Tengo que mantenerme despierto. Pero estoy tan cansado. ¿Pero si me recuesto y me quedo dormido? Solo una hora. Dos como mucho. Cuando llegue Abril me levanto. Tenemos que hablar. Quiero abrazarla. Ver a los chicos. Tal vez podríamos cenar todos juntos. Solo un rato nada más. Solo un poco, para descansar los ojos. Estoy tan cansado. No puedo entender porque. Me recuesto y me quedo dormido. El mundo a mi alrededor avanza impiadoso, ignorándome por completo.

3.

Los días que pasaron se volvieron tan parecidos entre si me es difícil distinguirlos unos de otros. Un llamado me despierta. Atiendo y una voz entre cortada, lejana, intenta decirme algo. No puedo entender que. Se corta la comunicación. Veo la hora y descubro que es la hora de irme. Junto mis cosas para irme.
No tengo prisa alguna por volver a casa. No hay nadie allí. Ya no esta mi mujer en la cama cuando me levanto todos los días a las 02:20. No se que paso. Simplemente dejo de estar allí. Cuando vuelvo a casa, no hay rastros de ella. Tampoco hay rastro de los chicos. No hay rastros de vida alguna en ese lugar al que llamo casa. Ni siquiera de mí.

Llego al lobby y llamo al ascensor. Piso 13. Bajando. Cuando finalmente llega, no podía ser otro que el ascensor de servicio. Es tan apropiado que me arranca una sonrisa. Estoy demasiado cansado como para seguir discutiendo con mi destino. Soy como un cascaron vació. Un muñeco sin rumbo que es llevado, sin remedio, atrapado en la corriente. Un suicida que se entrego, voluntariamente, a este sonámbulo sueño complaciente y mediocre sin pies ni cabeza. Hasta que finalmente, como las olas que van curtiendo la costa de una playa. Me fui borrando, poco a poco.
Al entrar en el ascensor noto que este no tiene botones. No los necesito, en verdad. Sabe bien a donde voy. Suspiro entregado mientras sus puertas metálicas me abrazan y me llevan. Bajando.

jueves, 6 de octubre de 2011

No se quita, se contagia

Stephen King reflexiono una vez sobre como a todos los escritores les pasa que, cuando estan leyendo mucho a un determinado autor, los textos que escriben, inevitablemente, adquieren una prosa o un estilo parecido. King dice que es parte de la busqueda de la identidad como autor.
Ayer releí algunos cuentos viejos y descubri que me paso lo mismo y decidí postearlo. Este es un cuentillo muy C. Bukowski. Narrador en primera persona con caracteristicas definitavamente de loser, conflicto interno romantico/sexual, un deseo no copartido, una narrativa simple/cotidiana y un final abrupto.
Como para mantener vivo el blog.





NO SE QUITA, SE CONTAGIA


Luna siempre había sido una de esas amigas que van y vienen en sus propios tiempos. A su ritmo y manera. Esos espíritus libres que no se pueden atar. La peor clase de mujer para enamorarse. Sin embargo, como las olas, por cada vez que se va hay una vez que viene.
Estaba en casa cuando sonó el teléfono. Era ella.

-¿Cómo andas tanto tiempo?
-Bien, todo tranquilo.
-¿Cuándo nos vemos? hace mil años que no sé nada de vos.
-Cuando quieras. No tengo planes para hoy –le dije.
-¿Tenés mi dirección?

Me explico cómo llegar, arreglamos una hora y colgué. Habíamos hecho esto muchas veces antes. Estaba convencido de que no iba a pasar absolutamente nada. Sin embargo, como la esperanza es lo último que se pierde, me bañe y arregle para el encuentro.
Tuve que tomar dos colectivos para poder llegar hasta la casa de Luna. Casi dos horas de viaje. Cuando finalmente me baje, comencé a caminar. Llevaba una guía en el bolsillo por las dudas. No conocía el barrio y solo sabía de un colectivo para poder volver a casa. Finalmente llegue hasta la puerta de su casa. Era una de esas casonas viejas, recicladas, de dos pisos. El frente estaba pintando con un color naranja lavado. Toque timbre y espere. Entonces escuche su voz y me asome, mirando hacia arriba. Estaba en el balcón del primer piso que daba hacia la calle. Me hizo una seña para que la esperara y bajo abrirme.

-¿Cómo estás?
-¿Todo bien, vos? –Nos saludamos con un beso.
-¿Llegaste bien? –me pregunto mientras subíamos la escalera.
-Sí. Tenía mi guía en caso de emergencia.

Entramos al departamento. Era un departamento bastante bonito. Muy Luna. Tenía pisos de madera y pocos muebles. Me hizo el recorrido mostrándome todos los cuartos. En el pasillo había un gran espejo apoyado contra la pared. Nos sentamos en la cocina a conversar.

-Tanto tiempo… -dijo ella.
-La verdad que sí.  ¿Qué contas de nuevo? –le pregunte yo.
-Acabo de volver de vacaciones –me dijo.
-tres semanas en Cuba. Muy lindo, la verdad.

Me sirvió un café y ella se hizo un mate con miel. Tome un poco. Me pregunto por mis cosas y le comente de algunos proyectos. Tome otro sorbo y le elogié el bronceado. Ella me devolvió la gentileza diciéndome que me veía bien. Por un momento le creí. Entonces dijo que me veía más flaco y supe que solo estaba siendo amable. De todas maneras le devolví el comentario. En mi caso era verdad. Descansamos del intercambio de flores y se hizo un silencio. Era el momento de la verdad. ¿A que vine? ¿Para qué me llamaste? Tomo un mate más y dijo:

-Creo que estoy enamorada.

Mi corazón se aceleró, pero no podía ser cierto. Me contuve y permanecí callado. Entonces ella agregó:

-Es una locura. Lo conocí allá, en Santa Maria del Mar. Estuvimos juntos dos semanas. Yo me volví, él se quedó allá y me parece que estoy enamorada. ¿Soy una boluda o qué?
-No sos ninguna boluda –le dije, mientras mis pulsaciones bajaban hasta normalizarse. -Contame, ¿cómo fue?

Luna me contó la historia. Él era músico y tocaba en un bar al que ella fue un día. Se gustaron enseguida pero ninguno de los dos hizo nada ese día. Volvieron a cruzarse en una playa a los dos días y comenzaron a conversar. Eventualmente comenzaron a salir y verse todos los días. Supongo que no hay impedimentos cuando de verdad queres estar con alguien.
Estuvieron viviendo juntos, incluso, en la casa de él.

-Pero cuando llegó el último día, me fui. Él me acompaño hasta el puerto desde el que tome el barco que me llevaba al aeropuerto.
-¿No volvieron a hablar?
-Sí. Chateamos dos o tres veces. A él no le gusta mucho la tecnología. No tiene computadora en su casa siquiera.
-La última vez que hablamos le dije que lo extrañaba mucho y él me dijo que también. Entonces yo le dije que de última podíamos solucionarlo y él se fue al mazo.
-¿Qué te dijo?
-Que había terminado una relación de muchos años hacia tres meses, y que todavía era difícil para él abrirse y no sé qué otras cosas más…

La tome de la mano y le dije que no se preocupara. Que a veces las cosas por un motivo. Y las que no, también.
Ella me sonrió. Se acercó a mí y me beso suavemente. Mi corazón se aceleró. No quería que jugara conmigo, pero no tenía fuerzas para pedirle que no lo haga tampoco. La bese.
Nos fuimos para su cuarto, a los besos, tanteando a ciegas por el pasillo. Caímos en su cama e hicimos lo que teníamos que hacer. No fue romántico como yo hubiera querido, pero si intenso, como ella deseaba. Cuando terminamos nos quedamos en silencio. Luego ella se levantó, se puso una remera y fue a buscar sus cigarrillos. Volvió y se recostó en la cama, al lado mío, a fumar. Ninguno de los dos dijo nada. Ella seguía sin poder olvidar al tipo de bahía y yo me había empezado a enamorar. Un fracaso a dos aguas. Eso es lo tramposo de amor. A veces cuando te lo queres sacar, no solo no se quita, sino que también contagia.

jueves, 11 de agosto de 2011

Lo que NO lo negocio

Desde antes incluso de comenzar a escribir, siempre tuve una cosa en claro. Una de las primeras cosas que me dijo un profesor de aquellos años mozos en los que estudiaba publicidad, buscando un rumbo propio en este mar de infinitas posibilidades que llamamos "Vida. Lo primero que nos dijo fue "las fechas de entrega, no se negocian".
"van a trabajar en sus tiempos, a su manera. Pero cuando llega la fecha de entrega... no hay excusas."

Y se me grabo.

Y no lo negocio.

Me puedo quedar sin dormir,
Puedo llegar tarde a otro lugar,
puedo someter a mi paciente mujer a dormirse esperando que vaya a la cama,
Puedo cancelar otros compromisos,
O hacer malabares para cumplir con todos,
Pero la fecha de entrega: se cumple.

No es nada del otro mundo.
Es constancia.
Es compromiso.
Los tengo porque me nacen.
Me nacen porque amo lo que hago.
Y hacer lo que uno ama, nunca, pero nunca, se negocia.

martes, 2 de agosto de 2011

Una vez que has echado palabras al universo…

Es interesante como este ritual, sencillo y diminuto, es capaz de extraer de nosotros, de nuestras vidas (la esencia de lo finito); palabras.
Pinceladas de letras, ahora significantes.
Inmortalizadas.
Eternas.

Es gracioso.

Una vez que están ahí afuera, expresadas, quedan solas. Desnudas y puras.
Nos han dejado.
Ya no nos pertenecen.
Nos son ajenas.
Ahora existen por su propio medio.
Y nosotros, a través de una vidriera tecnológica las miramos.
Eternas.
Inalterables.

Es irónico.

Nosotros, aquellos que van a morir, las saludamos.

lunes, 1 de agosto de 2011

bah, arriba!

Y tiras de la cuerda.
Y se rompe.
Y te caes.
Y te duele.
Y estas cansado.
Y ya te pudriste de tirar,
De caerte,
Y levantarte otra vez.
Y puteas.
Y te levantas de nuevo.
Y volves tirar..

jueves, 21 de julio de 2011

Toma 1

Todas las mañanas su alma y él
se despiertan para continuar
esta vida que a veces no es tan fiel
que te saca de más

Con sus ojos grises ve el café
y como un lente filma otra vez
la escena de pasión que espera con dolor
la del crimen del amor

En su alma carga el arte
y el deseo de salir
la inmensa filosofía
que es tan sabia y es tan ruin
esta vida que te armaste,
la elegiste porque si?
son tus miedos, son tus penas los que no te dejan vivir?

Todo gira y todo crece más
esta vida cambia y lo sabés
quizás estés mejor, quizás estés peor
es la ley de seguir

Si la suerte no te ayuda
si el milagro se perdió
si la lluvia no te moja y este sol no te quemó

No te mires con tristeza
no te caigas por favor
saca la melancolía, saca todo este temos
que tu alma tiene arte
y el deseo de salir
inmensas filosofías
que me ayudaron a mi
encendé los reflectores
que comiencen a rodar
toma 1 esta es la vida
toma 1 son los días
son los sueños de un soñador.

martes, 19 de julio de 2011

Miradas

No la mires, piensa.
Mira el piso, mira el techo,
Mira el tipo de al lado boludeando con su celular,
Mira a la señora que sabe que se tiene que levantar pero no quiere entregar el asiento todavía,
Pero no la mires.


Mira el diario que tiene el señor bajo el brazo,
Mira el viejo a tu derecha, haciendo el sudoku. ¿Como lo hace? Ahí, ahí va un 3.. fijate, "3". Te dije...
Mira que lindos zapatos,
Mira, tenes los cordones desatados,
Mira la hora, ojo, de reojo,
No, no la mires.


Mira como sube la gente,
Mira a ese, se colgo y tuvo que salir corriendo. Casi se queda adentro,
Mira donde estamos... no, falta todavía,
Mira el celu, a ver si sono y no lo escuchaste,
Mira a ese, ya con el paraguas en la mano. Debe estar lloviendo afuera..
No la mires.


Mira que linda bufanda que tiene,
Mira como se rie, en silencio pero a carcajadas,
Mira como se ilumina cuando habla, apasionada, de cualquier cosa,
Como se le transforma la mirada,
Pero ojo, no la mires.


Derrepente, ella se da cuenta de donde está y sabe que tiene que bajarse. Antes que pueda decirse nada, se fue. Entonces nos miramos él y yo en silencio, pero complices. Sabe exactamente lo que estoy pensando "¿Por que?"
Entonces me dice:

Mejor no cruzarce con ciertos ojos.
Curiosos,
Grandes,
Generosos,
Transparentes...

Por dios, mirala. ¿La viste?

Carta de Don Quijote a Dulcinea

Soberana y alta señora:

El herido de punta de ausencia, y el llagado de las telas del corazón, dulcísima Dulcinea del Toboso, te envía la salud que él no tiene. Si tu fermosura me desprecia, si tu valor no es en mi pro, si tus desdenes son en mi afincamiento, maguer que yo sea asaz de sufrido, mal podré sostenerme en esta cuita, que además de ser fuerte es muy duradera. Mi buen escudero Sancho te dará entera relación, ¡oh bella ingrata, amada enemiga mía!, del modo que por tu causa quedo. Si gustares de socorrerme, tuyo soy; y si no, haz lo que te viniere en gusto, que con acabar mi vida habré satisfecho a tu crueldad y a mi deseo.

Tuyo hasta la muerte,

El caballero de la triste figura.

viernes, 10 de junio de 2011

Bocanada

No se podría decir, realmente, que Ezequiel fuese una persona supersticiosa. Si, ocasionalmente se persignaba al pasar frente a una iglesia y alguna que otra vez evito pasar por debajo de una escalera en la calle. Pero nunca creyó en el destino, en la suerte ni mucho menos en las maldiciones.
Varios de sus allegados (porque no se podría decir que Ezequiel tuviera amigos, realmente) aseguraban que su esteticismo se debía a que nunca encontró el amor. Enamorarse era una tarea sumamente difícil para Ezequiel. Especialmente porque no creía en el amor. A decir verdad, no cree en la mayoría de las relaciones que se dan en sociedad.
Ezequiel tiene 38 años. Es empleado administrativo en una empresa que siempre oscila entre la quiebra y mantenerse a flote un mes más. Alto, con una gran espalda, pero demasiado torpe como para practicar cualquier deporte (como rápidamente comprobó en sus años jóvenes). Tiene ojos claros, de un color muy bonito, pero lleva lentes gruesos porque son demasiado sensibles y en la práctica son altamente propensos a la miopía aguda.  
Los días de Ezequiel se distribuyen de manera estricta entre su trabajo y su casa. Con ocasionales salidas a distintos antros donde disfruta de una cena y un cigarrillo de postre. Para ser justos con él, vale destacar que su condición de aislamiento humano auto infligido no le pesa. Es más, se podría decir que se sentía feliz consigo mismo. Con sus pequeños rituales y recorridos habituales.

Aquel Jueves, como era su costumbre, ceno en un restorán chino a una cuadra de su casa. Cuando le trajeron el vuelto, noto que con el ticket había una galleta de la fortuna.
Ezequiel nunca había visto una galleta de la fortuna (excepto en las películas) y la abrió presuroso. En el interior, efectivamente, había un diminuto rollo de papel con un mensaje escrito. Entonces leyó: “Despídete. Un cigarrillo va a matarte.” Inmediatamente abrió sus ojos y volvió a leer el mensaje. Ezequiel busco un error en la imprenta, pero era claro y directo. Su acto reflejo lo hizo estrujar el papel y levantarse de la mesa, rumbo a la salida.
Cuando llego a la calle, se detuvo en la puerta del local. Saco el paquete de cigarrillos del bolsillo de su saco y se dispuso a golpearlo suavemente, para bajar la nicotina de la punta. Miro el delgado y blanco arrollado de nicotina en sus manos y pensó en el mensaje de la fortuna. Ridículo concluyó. No fumo tanto como para tener un problema con esto. Uno de los empleados del local se le acercó y le ofreció fuego. Sin duda un gesto amable y desinteresado pero Ezequiel se sintió perseguido y le negó el favor dejando algo sorprendido al buen hombre.
Dio un par de pasos en dirección a la calle y se paró sobre el cordón de la vereda, esperando para cruzar. Aquel cigarrillo, continuaba mirándolo en silencio desde sus dedos. Llamándolo, invitándolo, casi burlándose de él.
Ezequiel sintió un enojo que lo llevo a sacar su encendedor del bolsillo y disponerse de a prenderlo. Su dedo se deslizo sobre la rustica rueda haciendo una pequeña chispa al contacto con la piedra. La diminuta ráfaga de luz lo hizo pensar y su mano se detuvo.
¿Y si no es el cigarrillo? Se preguntó. ¿Y si es el fuego? Como está la ciudad, nunca sabes si estas parado de un caño roto. Puede haber una fuga de gas. Vos no lo venís pensando, prendes un cigarrillo. O pasas con el cigarrillo y pum. Se terminó todo.
Parte de sí mismo quería descartar la idea. La parecía que era ir demasiado lejos, Pero su acto reflejo volvió a guardar el encendedor en el bolsillo.
Miro para ambos lados, y al ver que no había nadie cerca, aspiro profundamente el aire y el frio de la noche. No olía nada así que encendió el cigarrillo y espero. Nada paso.
Sonrió burlándose de sí mismo y miro al papel consumirse, convirtiéndose en cenizas y humeando a su alrededor. Entonces reflexiono una vez más ¿Y si no soy yo? ¿Y si es un tipo por la calle que se me pide un cigarrillo? Pero en realidad no quiere uno, lo que quiere es que yo pare y entonces me afana. O me mata y me afana. Si uno no fuma o no tiene puchos encima, automáticamente seguís de largo No paras. Ya sabes que no tenés... Ezequiel volvió a mirar a sus costados. Había varias personas circulando por la vereda. Uno de ellos era un joven de campera de cuero y gorro de lana. Lo miraba fijamente. Ezequiel se sintió intimidado pero trato de disimular. Instintivamente se llevó ambas manos a los bolsillos y pensó en cruzar. Al hacerlo, el cigarro se cayó de su mano y se recostó sobre la calle, justo delante de él.
Ezequiel lo miro fijamente. Reconoció enseguida que tenía toda la intención del mundo de levantarlo. Se sintió avergonzado, pero algo más fuerte que él, por dentro, lo impulso a agacharse para levantarlo. Todavía estando en cuclillas, Ezequiel le dio una pitada saboreando el humo que bajaba dentro suyo, llegando directo a sus pulmones. Ezequiel cerró los ojos y se concentró en aquella profunda bocanada… y por un instante perdió el equilibrio.
En el instante que su cara se estrelló contra el asfalto, sus gafas saltaron y se partieron en pedazos. Ezequiel se tomó la cara, dolorido, sorprendido. El joven de campera de cuero le grito y Ezequiel se volvió a verlo. Aunque estaba oscuro y no podía distinguirlo bien, veía claramente cómo se acercaba a él con prisa. Todavía mirándolo, gateo de espaldas,   intentando ponerse de pie y cruzar la calle en dirección opuesta. Cuando apoyo su rodilla en el piso, con la intención de ponerse de pie, lo vio. La luz del frente del auto estaba encima suyo y aunque llevo sus manos a la cara, para protegerse, fue inútil, el impacto lo embistió de lleno y lo lanzo varios metros hacia atrás.
La gente que estaba cerca, se acercó con prisa. La gente del restaurante, algunos peatones, incluso el joven de campera de cuero que quiso advertirle que venía un auto; se acercaron y comenzaron a pedir por una ambulancia. No hubo caso, sin embargo, al mismo tiempo que la última ceniza caía del cigarrillo que aun sostenía en su mano derecha, Ezequiel moría.

martes, 31 de mayo de 2011

Pactos

Luego de un intenso trabajo, de varios meses, con mi socio/dupla creativa el señor Daniel Postigo (y bajo el número de registro 928981); hemos finalmente presentado nuestro proyecto Web al concurso de series por internet organizado por la escuela de guionistas El Laboratorio Del Guion de la cual tengo el orgullo de ser graduado.

Fue un trabajo arduo, pero gratificante.
Un proyecto complejo (en especial cuando se trata de presentar nuevos personajes, conflictos, debilidades, anhelos y consecuencias todo en 7 minutos) pero estamos muy orgullosos del proyecto terminado.

Ahora, solo queda esperar el resultado del concurso.

lunes, 11 de abril de 2011

Había una vez… y la puta que te parió!

Llovía. Bah, “llovía”… Se había cansado de llover el cielo ya. Garuaba en la noche del buenos aires que todavía no había visto nacer el 1980 siquiera. La calle era una mar de autos estancados. Ninguno se movía.
Él bajo la ventanilla y se prendió un cigarrillo. Algunas gotas, le golpeaban la cara de la misma manera que el golpeaba las teclas de su vieja máquina de escribir. Noche tras noche, mientras miraba a esa misma lluvia caer.

Miro a su izquierda y la vió.

Ella iba en el asiento trasero de un taxi que tampoco iba a ningún lado, de la mano contraria. Tenía la ventanilla completamente abierta y con los ojos cerrados (y una sonrisa que nunca más olvidaría) disfrutaba de la lluvia que el empapaba el rostro.

Sus ojos no se apartaron de ella ni un momento. Siguió cada gota que tras suicidarse contra su rostro, caía rendida dibujando sus facciones.

Entonces ella abrió sus ojos y lo vió. Se sonrieron.

Fue solo un momento. De esos que duran para siempre. El taxi arrancó y ella se perdió con él. Pero el destino querría que volvieran a encontrarse. Tal vez se reconocerían, tal vez no. Pero en el fondo los dos lo sabrían. Era el mismo amor, la misma lluvia.

sábado, 9 de abril de 2011

¿Impaciente yo?

Mucha gente con la que converso me dice que debo aprender a ser mas paciente. Que hay cosas que necesitan... su tiempo. Que yo siempre quiero todo ya. Todo hoy.

Eso no es verdad.

Yo lo quería para ayer, pero que se le va a hacer...

lunes, 4 de abril de 2011

Lunita de mis sueños

Ella se sentó y miró con duda al papel.
Desecho toda razón y escribió.

¿Cómo estás? ¿Estás bien?
Tengo tanto para contarte
Pero, primero lo primero,
Te extraño muchísimo.

Extraño tu piel y tu olor.
Extraño abrazarte,
Extraño escucharte,
Te extraño.

Yo estoy bien. Soy feliz,
Encontré el amor.
Mamá también te extraña.
¿Te vamos a poder ver?
¿Cuándo?
¿Me lo prometes?
Perdón si soy pesada, pero te extraño tanto.
Besos, Lunita


Contempló en silencio su carta. Era imperfecta, repetitiva.
Pero era suya. Era sincera.
La guardo en un sobre y lo dejo sobre la mesa.

A la mañana siguiente el sobre no estaba.
Lo busco pero no lo encontró.
Pensó el preguntarle a su marido, pero luego se le olvidó.
Pasaron los días y estos se hicieron semanas.
Y una noche, cuando se cumplieron meses, mientras se levantaba a buscar un vaso de agua encontró un sobre sobre la mesa.
No era el suyo. Este era marrón y algo arrugado.
Lo abrió y de aquel papel cansado leyó:

Las palabras pesan mucho,
Asique solo puedo mandarte unas cuantas;
Algún día, lejano por suerte.
Te lo prometo.
Te amo Lunita mía.
Ama y se feliz.
Besos a mamá.

La carta se mojó con algunas lágrimas.
Pero se las secó con una sonrisa.
Volvió a la cama y me abrazó.

-Te amo –me dijo.
-Y yo a vos.

miércoles, 30 de marzo de 2011

Mirame a los ojos

Mirame a los ojos.
Esta bien si tenés miedo, yo también lo tengo.
Pero le tenemos miedo a distintas cosas.
Yo tengo miedo de lo que NO seré,
vos tenés miedo de lo que yo podría ser.
Mirame.
No voy a bajarme de este viaje.
No voy a desandar mi camino
y volver donde lo empecé.
Yo se lo que hay dentro de mi,
aun que vos no lo veas todavía.
Mirame a los ojos.
Tengo algo más importante que el coraje.
Tengo paciencia.
Voy a convertirme en lo que sé que soy.

martes, 22 de marzo de 2011

Update

Escribí, escribime, ¡tipeá carajo!
Ahí va, una frase más,
Una palabra y después otra,
A ver, ¿Qué rima con carajo?

Listo. Ya está.
¿Era tan difícil?
Cada tanto, nomas,
Nadie te pide todo los días, eh?

Blog actualizado.

martes, 15 de marzo de 2011

Factotum

If you're going to try, go all the way.
Otherwise, don't even start.
This could mean losing girlfriends, wives, relatives and maybe even your mind.
It could mean not eating for three or four days.
It could mean freezing on a park bench.
It could mean jail.
It could mean derision.
It could mean mockery--isolation.
Isolation is the gift.
All the others are a test of your endurance, of how much you really want to do it.
And, you'll do it, despite rejection and the worst odds.
And it will be better than anything else you can imagine.
If you're going to try, go all the way.
There is no other feeling like that.
You will be alone with the gods, and the nights will flame with fire.
You will ride life straight to perfect laughter.
It's the only good fight there is.

viernes, 11 de marzo de 2011

La Mochila de Carla

Carla era una chica precavida, siempre iba preparada para todo. Cuando salía procuraba llevar consigo todo tipo de cosas que pudieran hacerle falta en algún momento. Además de los útiles que solían llevar siempre las mujeres, siempre procuraba llevar su agenda, una toalla por si se mojaba, incluso una muda de ropa por si las moscas, un pequeño bocadillo por si tenía hambre, un spray por si acaso, el celu que no falte, diversos tipos de medicamentos para un inoportuno momento y, como no, una botellita de agua. Eso entre otras cosas. Siempre preparada para todo, le asustaba que alguna situación la agarrase desprevenida, y todo a pesar de tener que llevar siempre una mochila cargada. Pero siempre preparada. Y un día perdió la mochila.

-C. bukowski

Un cuento corto en 125 palabras. Genio total.

miércoles, 23 de febrero de 2011

Arrrrrggggghhhhh!!!!!

Cuento de Carnavales y la re p---------!!!!!!!!!!!!

.........

(ruidos de papeles estrujados)

Como decimos en guion.. "escena uno..."

lunes, 21 de febrero de 2011

1/4

Crema Americana y Super Dulce de Leche

:D

+Tengo un proyecto de un Unitarios pensado para televisión que promete...
+Vamos a filmar un corto para promocionarlo tmb...
+Estoy trabajando en una serie para internet, para un concurso que puede ser clave para mi carrera...
+Tengo una sitcom terminada. Reluciente. Maquillada. Esperando que haga algo con ella. Que la muestre...
+Tengo historias...
+Tengo cortos y largos..

No me quedo quieto.

viernes, 18 de febrero de 2011

♪ ♫

Alguien me ha dicho que la soledad se esconde tras tus ojos
Y que tu blusa atora sentimientos, que respiras
Tenés que comprender, que no puse tus miedos
Donde están guardados
Y que no podre quitártelos
Si al hacerlo me desgarras

No quiero soñar mil veces las mismas cosas
Ni contemplarlas sabiamente

Quiero que me trates suavemente

Te comportas de acuerdo
Con lo que te dicta cada momento
Y esa inconstancia, no es algo heroico
Es más bien algo enfermo


No quiero soñar mil veces las mismas cosas
Ni contemplarlas sabiamente

Quiero que me trates suavemente
Suavemente,

suavemente,
suavemente...

martes, 15 de febrero de 2011

Sin Excusas

Resulta ser que las cosas no siempre salen como uno las planea. El egocentrico en mi se muerde la lengua pero no tiene nada que acotar al respecto. De su silencio puedo sacar varias conclusiones:

  1. La primera es que he perdido varias horas de mi vida haciendo planes. Segun los recientes inquietantes descubirmientos, arriba mencionados, no hay garantias de que ningun plan sea exitoso.
  2. "C@r#j&!" es lo segundo que llega a mi cabeza. ¿Como se puede sobrevivir sin certezas? ¿Como se puede esperar alcanzar la felicidad si resulta ser que detras de cada plan que tenemos, nada garantiza que la ecuacion terminara en "vivieron felices y comieron perdices"?
  3. La tercera y mas importante conclusión se escapa a mi cabeza y me nublo en la obviedad de indignarme porque nadie puede garantizarnos felicidad eterna. ¿Acaso mi plata no vale? pregunto yo.

Me indigno.

Pataleo.

Nada cambio en mi situación. Asi que pido hablar con un supervisor. Un gerente. Alguien con autoridad. Alguien con respuestas.

Me recibe con ojos grandes y curiosos. No entiende que me pasa. Porque estoy nublado. Indignado.
Me hace ver la tercera conclusión. La mas importante. La que escapo a mi asiosa y ariana cabeza.

-Hay que darle un poco de aire a la cosa -Dice. -Estaria bueno que cuando te caigas, empieces por pararte...

¡Bang! Directo a la frente...

¿Que le queda a un soñador si no sueña?
¿Te caiste? Levantate.
¿Listo? Ahora ponete a escribir.
Sin excusas.


Sinto que vuelvo a respirar.

Gracias.

miércoles, 19 de enero de 2011

De palabras y letras es el juego

Un texto muy especial, que encontre en la web y quiero compartir con todos:

"Escribí", me dijo y cual consigna de facultad me dispuse a divagar...
Ahhh porque yo con la facultad hago eso, no saben que lindo es tener un espacio "formal" para limarla y no solo eso sino que encima te limita la consigna y como todos sabemos: A los limites hay que respetarlos, hay que rozarles la mejilla. No son tan malos.
Pero ese no es el tema que me ocupa hoy, como les decía: "escribí", me dijo.
Y me senté, una vez mas, pero ahora con mi look intelectualoide de anteojos nuevos, a escribir.
Y escribí sobre amores y desengaños, sobre lazos perpetuos que no terminan pero se dilatan, que vuelven a pedir perdón a su manera. Pero esa manera rara donde jamás se mencionan las palabras "perdón", "lo siento", "fue sin querer", ni mucho menos... Porque nosotros no estamos para eso, nosotros decimos las cosas en otro nivel, hay que interpretarlas; pero siempre, en realidad, se trata de pedir perdón.
Pedir perdón o, en su defecto, lo que hemos dado en llamar "arreglarla"
Esto es, tomar una actitud maravillosa, por su carácter inesperado o sorpresivo, que rompe con actitudes abandonisticas o erróneas anteriores.
Escribí también sobre la rutina. Lo malo, lo bueno, lo lindo, lo feo de tener una serie de acciones que se repiten día tras día, semana tras semana, mes tras mes, año tras año. Y en las rutinas me detuve. Yo soy de esas que están empezando a descubrir a Cortázar (gran crítico de la rutina, si los hay) y entonces embelesadas por la lectura, piensan en Su rutina, en lo que deberían comenzar a disfrutar mas, lo que deberían dejar de hacer (entre otras cosas liberar a mi muñeca de la tiranía del tiempo).
Y en ese mar de escrituras me releí y me perdí. Me di cuenta que no había escrito sobre nada. Que mis historias eran realidades. Si, claro, un poco trastornadas, pero que no rompían con nada de lo cotidiano, que no merecían ser leídas.
Y entonces me fui a la facultad a entregar ese mar de nada que había escrito. Y lo leí en la clase y me sorprendí.
Me sorprendí porque me elogiaron, y no que no este acostumbrada a los elogios (pfff), sino que ahí no me los venia venir. Me elogió mi profe que eso vaya y pase, me elogiaron mis compañeros honestamente como yo lo hago con ellos.
Y ahí entendí todo: hay que escribir y hay que mostrarlo sí o sí, siempre. ¿Por qué? Porque en algún rincón de la cabeza de cada uno que lee, lo que une escribe se transforma en una sensación que va de lo hermoso a lo nefasto, de lo interesante a lo descartable. Pero sensación al fin. Entonces, este acercamiento a mi escritura y lo que estoy descubriendo que hace en mi, es un acercamiento a la tuya, a las de ustedes.
Y no solo eso. Hay una frase que dice que en toda escritura se ejercita la previa lectura. Si yo muestro lo que yo escribo y alguien lo lee y ese alguien después escribe; en el mejor de los casos, en una de esas, la previa lectura que ejercita en su escritura es la mía. Es decir, que parte de su texto tiene un resquicio del mío. Y eso es hermoso.
Todo esto es lo que hacemos con Joha, todo esto es un blog (¡¡y a freír churros los que piensan que los bloggeros son unos boludos!!)


"Escribí", me dijo. "Escriban", les digo.

Orly Zaidenknop



Es genial. Creditos a la autora.

martes, 11 de enero de 2011

No hay rejas

Varias veces en la vida uno se siente perdido. Perdido en el sentido de no entender que paso, como llego uno a ese lugar, como y cuando cambiaron tanto las cosas. Un momento uno se siente superior, seguro,” en control de la situación”, y al otro… totalmente desconcertado.

La perspectiva es una cosa curiosa. Nunca se tiene cuando se la necesita, realmente. Es un don al que se puede acceder cuando no nos sirve para nada práctico o activo en ese momento. Solo para reflexionar sobre hechos pasados.

Y sin embargo, es tan importante.

Un buen día, cuando uno menos se los espera (desde el plano consiente, obvio) algo pareciera que hace “clic” y comprendemos cosas que antes nos resultaban inexplicables.
¿Qué paso?
¿Qué cambio?
Tomamos distancia. Vivimos otras cosas. Adquirimos la perspectiva necesaria para reflexionar sobre lo pasado.

Maduramos.

Entonces, y solo entonces, las reacciones que obtuvimos, por las acciones que tomamos, tienen sentido. Algunas cosas dejan de ser tan dramáticamente graves o definitivas. Muchos “Nunca jamás” se convierten en “no sé, eh”. Y nos sentimos bien con nosotros mismos. Y nos odiamos al mismo tiempo.
Es como ingresar a un club exclusivo al que no habíamos podido ingresar antes. Todos los que están afuera no podrán jamás entendernos. Y todos los que están adentro no necesitan decir nada. Sin palabras juramos mantener el silencioso secreto de pertenencia que será la reja que servirá para marcar donde terminan ellos y donde empezamos nosotros. Los sabios.

Alguna vez que otra, rompemos el juramento, pero es inútil. No pueden entender nuestras palabras de sabiduría. Suspiramos y maldecimos nuestra superioridad, chapoteando en egoísmo puro.  Sin embargo es verdad. El club exclusivo, comienza a sentirse como un frio aislamiento del resto. “Algún día, cuando seas más grande, me vas a entender” nos limitamos a decir. Ellos se burlan. No entienden o no quieren entender. Se ven felices. Como si ellos fueran los que están del otro lado de la reja. Y lo están.

¿Bendita es la ignorancia? ¿Cómo pueden sonreír? ¿Cómo pueden dormir? ¿Cómo pueden vivir consigo mismos a sabiendas de que hay un estado mental superior al que no han podido acceder todavía?
Entonces un frio recorre nuestra espalda. Lentamente volteamos la cabeza y allí, donde inexplicablemente nunca antes habíamos mirado… esta la reja. No la reja. LA reja. La OTRA reja. La que nos separa de ellos. Los verdaderamente superiores. Los que alcanzaron el siguiente nivel. Los otros. Y nosotros acá. Regocijándonos en nuestra supuesta superioridad. De allí venían las sonrisas de aquellos. Ellos Sabían. Eran conscientes que había alguien superior a nosotros.

Pero entonces una reflexión nos invade. ¿Son los otros los verdaderamente superiores? Esa sensación nos suena conocida y en nuestra nueva humildad, producto de sentir que nos bajaron de un hondazo de la cima del monte olimpo, reflexionamos que hemos madurado. Y que al mismo tiempo. Nos falta madurar. A todos.

Entonces se hace obvio.

No hay rejas.

No hay barreras. Solo distintos tiempos. ¿Entonces por qué no sonreír, por qué no dormir?
¿Por qué no podría ser capaz de vivir conmigo mismo? Mi grado de madurez. Tan superior y tan inferior al mismo tiempo, llego a una conclusión:

 Si la vida es un viaje y se accede a cada etapa a su debido momento….
Entonces…

Estoy exactamente donde se supone que debo estar.