lunes, 11 de abril de 2011

Había una vez… y la puta que te parió!

Llovía. Bah, “llovía”… Se había cansado de llover el cielo ya. Garuaba en la noche del buenos aires que todavía no había visto nacer el 1980 siquiera. La calle era una mar de autos estancados. Ninguno se movía.
Él bajo la ventanilla y se prendió un cigarrillo. Algunas gotas, le golpeaban la cara de la misma manera que el golpeaba las teclas de su vieja máquina de escribir. Noche tras noche, mientras miraba a esa misma lluvia caer.

Miro a su izquierda y la vió.

Ella iba en el asiento trasero de un taxi que tampoco iba a ningún lado, de la mano contraria. Tenía la ventanilla completamente abierta y con los ojos cerrados (y una sonrisa que nunca más olvidaría) disfrutaba de la lluvia que el empapaba el rostro.

Sus ojos no se apartaron de ella ni un momento. Siguió cada gota que tras suicidarse contra su rostro, caía rendida dibujando sus facciones.

Entonces ella abrió sus ojos y lo vió. Se sonrieron.

Fue solo un momento. De esos que duran para siempre. El taxi arrancó y ella se perdió con él. Pero el destino querría que volvieran a encontrarse. Tal vez se reconocerían, tal vez no. Pero en el fondo los dos lo sabrían. Era el mismo amor, la misma lluvia.

sábado, 9 de abril de 2011

¿Impaciente yo?

Mucha gente con la que converso me dice que debo aprender a ser mas paciente. Que hay cosas que necesitan... su tiempo. Que yo siempre quiero todo ya. Todo hoy.

Eso no es verdad.

Yo lo quería para ayer, pero que se le va a hacer...

lunes, 4 de abril de 2011

Lunita de mis sueños

Ella se sentó y miró con duda al papel.
Desecho toda razón y escribió.

¿Cómo estás? ¿Estás bien?
Tengo tanto para contarte
Pero, primero lo primero,
Te extraño muchísimo.

Extraño tu piel y tu olor.
Extraño abrazarte,
Extraño escucharte,
Te extraño.

Yo estoy bien. Soy feliz,
Encontré el amor.
Mamá también te extraña.
¿Te vamos a poder ver?
¿Cuándo?
¿Me lo prometes?
Perdón si soy pesada, pero te extraño tanto.
Besos, Lunita


Contempló en silencio su carta. Era imperfecta, repetitiva.
Pero era suya. Era sincera.
La guardo en un sobre y lo dejo sobre la mesa.

A la mañana siguiente el sobre no estaba.
Lo busco pero no lo encontró.
Pensó el preguntarle a su marido, pero luego se le olvidó.
Pasaron los días y estos se hicieron semanas.
Y una noche, cuando se cumplieron meses, mientras se levantaba a buscar un vaso de agua encontró un sobre sobre la mesa.
No era el suyo. Este era marrón y algo arrugado.
Lo abrió y de aquel papel cansado leyó:

Las palabras pesan mucho,
Asique solo puedo mandarte unas cuantas;
Algún día, lejano por suerte.
Te lo prometo.
Te amo Lunita mía.
Ama y se feliz.
Besos a mamá.

La carta se mojó con algunas lágrimas.
Pero se las secó con una sonrisa.
Volvió a la cama y me abrazó.

-Te amo –me dijo.
-Y yo a vos.